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lunes, 6 de mayo de 2013

Inclusion social en el Peru


La inclusión social está hoy día muy de moda, porque fue una de las ofertas electorales de nuestro actual gobierno y también porque mucha gente la reclama, pero creo que cabe preguntarse si es este el mejor camino en un país como el Perú, lleno de culturas milenarias y distintas que podrían resultar perdiendo su identidad por este camino.
 

La globalización tiene el problema de estar occidentalizando y homogenizando un mundo de lo más diverso y considero que por ese camino podemos perder muchas de las riquezas de sociedades diferentes que no tienen por qué ser absorbidas por la cultura imperante que, como sabemos, tiene muchos problemas y sin duda no nos hace felices.

Si entendemos ‘inclusión social’ como la integración a la vida nacional de quienes viven apartados, pero que continuarán con sus costumbres y aportarán a nuestra identidad desde sus propias culturas, todos estaremos de acuerdo que ese es el camino, pero si la idea es más bien que adopten nuestras prácticas y forma de vida, porque creemos que son superiores, tengo la impresión que varios estaremos en desacuerdo.

La gran pregunta en este caso es si quienes pensamos así no nos estamos oponiendo a lo inevitable. Algunos piensan que la globalización terminará homogenizando nuestro mundo y al final se impondrán los hábitos y valores de occidente, que ahora es la locomotora a la que siguen casi todos los vagones de nuestro mundo. El desarrollo de los medios de comunicación –aseveran– hace imposible resistirse a lo que ocurrirá de todas maneras.

Como buen idealista, soñador y buscador de utopías,
creo que la batalla vale la pena, sobre todo porque me resulta evidente que el sistema no funciona, nos está deshumanizando y cosificando, como ya lo señalaron importantes filósofos el siglo pasado. La preservación de lo diferente aunque parezca inferior a primera vista es una de las riquezas de la humanidad y no tiene sentido que lo perdamos para construir un mundo que no es mejor.

En mi opinión, no hemos llegado al final de la historia, como algunos creen, y sólo estamos en una etapa que, de una u otra manera, superaremos, contra lo que opinan los filósofos postmodernos, que son más bien críticos del progreso histórico hegeliano. Lo importante de todo esto es recordar que lo que vivimos, especialmente las recetas neoliberales
no son definitivas y que muy probablemente encontraremos otras que nos permitan hacer la vida más llevadera. Así como en el mundo antiguo, nadie se imaginaba que sería posible vivir sin esclavos y en la época de la Revolución Industrial tampoco se pensaba que algún día tendríamos el límite de ocho horas de trabajo, las vacaciones, gratificaciones y los otros beneficios de los que actualmente gozamos, no somos capaces de figurarnos lo que nuestros descendientes construirán en el futuro.

Es cierto que a través de la historia han desaparecido un sin número de culturas, pero también lo es que el mundo sería más rico si sus aportes no hubieran sido olvidados. Muchos de los esfuerzos científicos de arqueólogos, geólogos y otros estudiosos no serían necesarios o serían más fáciles y exitosos. El uso que debiéramos darle al extraordinario desarrollo de comunicación sería el de la preservación de las diferentes culturas que todavía subsisten y no desaparecerlas por la vía de la disimulada imposición de lo que hoy nos parece mejor, pero no necesariamente lo es.

1 comentario:

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